viernes, 30 de septiembre de 2016

AMS - JFK . Albert Camus

Siempre me siento en la butaca que me toca.

Cuando me preguntan, al reservar el billete, si quiero pasillo o ventanilla, siempre respondo que me da igual, dejando mi suerte en manos de la persona que lo emite. Si tiene que pasar alguna desgracia, prefiero no haber sido yo el que haya decidido el lugar que ocupo en el avión.

Es una manía. No puedo evitarlo. Por eso me revienta cuando llego y mi sitio está ocupado.

Hoy, que el viaje era largo, al entrar se sentaba a mi lado una madre y un hijo adolescente. Él ocupaba mi asiento junto a la ventanilla. Al ir a sentarme le he dicho: "Perdona, pero estás ocupando mi sitio". Se lo he dicho con una sonrisa de oreja a oreja, intentando que mi nerviosismo al verlo en mi lugar no se notara. Como un idiota le enseñaba el billete donde ponía claramente el número de mi butaca.

La madre, disculpándose, me ha contestado: "Perdone, si no le importa sentarse en el pasillo, mi hijo quería estar al lado de la ventanilla. Quiere ver el despegue y el aterrizaje. Luego podemos cambiar de nuevo".

"¿Si no me importa?", he pensado. Os juro que he tenido ganas de gritar. De decirle y explicarle por qué no podía cambiarme de lugar. Me hubiera gustado explicarle claramente que el Universo me había reservado ese sitio para mí. Que, fuera cual fuera el final del viaje, "ese" era mi asiento. Y encima el despegue y el aterrizaje, los dos momentos más peligrosos de todo el vuelo.

¿Qué pasaría si hubiera un problema en pleno aterrizaje, por ejemplo, el avión se estrellara y sólo sobreviviera el afortunado que fuera en MI butaca? Ese es MI sitio. Es el que me ha tocado, en el que la suerte ha querido que YO me pusiera.

En medio de este soliloquio interno he pensado: "¿Y si el Universo me estuviera reservando, en realidad, un cambio de butaca a última hora producido por un joven adolescente, en complicidad con su madre. Un cambio destinado a salvar MI vida". Luego mi cabeza me interrumpía: "¿Y si el Universo le estuviera reservando a ÉL, ese cambio de butaca? Un cambio destinado a salvar SU vida"

Todo esto se producía mientras yo seguía de pie, con la sonrisa helada; y la madre me miraba con ojos de cordero degollado. Mi cerebro estaba a punto de entrar en colapso. No sabía qué decidir. Al final la opción de ser educado ha prevalecido sobre mis temores.

He pasado las más de ocho horas del vuelo sin pegar ojo, atento a todo lo que pasaba en el avión. Intentado detectar alguna anomalía que me hiciera pensar que íbamos a morir todos. Que íbamos a morir todos menos el niñato que estaba sentado en MI sitio y al que me ha parecido oír roncar en más de una ocasión. De hecho no se ha despertado ni en el aterrizaje.

Afortunadamente no ha pasado nada y hemos llegado sanos y salvos. Sin embargo, durante el vuelo, no he podido quitarme de la cabeza una maldita frase de Albert Camus: "Ellos mandan hoy... porque tú obedeces".

Albert Camus

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