viernes, 11 de noviembre de 2016

SHE - TAO . George Gurdjieff

Ha sido un día realmente desagradable.

Hoy me ha tocado el billete en la última fila del avión cuando, delante de mí, se ha sentado un niño de unos ocho años. Aparentemente viajaba solo porque no le he visto hablar con nadie en todo el viaje y se sentaba solo.

Estaba yo pensando en mis cosas cuando he creído ver saltar, desde su pequeña cabeza hacia el respaldo del asiento, un diminuto piojo. Vale, no lo sé con certeza, sólo me lo ha parecido. No he podido parar de mirar, en la hora y media que hemos estado de vuelo, si otro de esos asquerosos insectos volvía a aparecer. No he logrado vislumbrar ninguno.

Aún así he estado todo el viaje atento por si veía un movimiento parecido. No sabía qué hacer. Todo esto os lo podéis imaginar con una cara máxima de asco e intentado apartarme lo máximo posible de su asiento. Ha habido un momento que observaba tan detenidamente y con la cara tan desencajada,  que al mirar de reojo he visto que, el chino que viajaba conmigo al lado, me miraba con desaprobación. Hubiera querido explicarle que no miraba al niño, si no al maldigo piojo. ¡Necesitaba saber si mi visión era correcta! No he podido cerciorarme.

El viaje no ha sido muy largo. He cogido mi maleta y he salido lo más rápido posible de allí. He llegado al hotel, me he desnudado y he ido corriendo al espejo del baño a mirarme de arriba abajo. Me picaba todo y no podía parar de rascarme. He hecho un análisis concienzudo de todo mi cuerpo. Por todas partes. No conseguía ver nada extraño y sin embargo no se me iba ese maldito picor. Primero en la cabeza, luego en los brazos, el pecho, el pubis. ¡¡Todo me picaba!! ¡¡¡Hasta las palmas de las manos me picaban!!!

No he tenido más remedio que tomar una decisión drástica. He cogido mi bolsa de aseo, he sacado la máquina que tengo para recortarme la barba, una maquinilla de afeitar y he decidió acabar con todo mi vello corporal, mientras no podía de dejar de mirar el espejo intentando encontrar el más mínimo rastro de bichos bambando por mi cuerpo.

No soy un hombre especialmente peludo, pero me ha costado casi dos horas eliminar todo el pelo de mi cuerpo. Todo. Y el resultado no podía ser peor. No sé cómo ha podido ocurrir. Ahora estoy en el baño, mientras escribo esto, y me miro reflejado en el espejo. ¿¿Cómo cojones he acabado afeitándome la cabeza??

No sé si llorar o reírme. Ahora me pica mucho más y no tengo aftershave. Sí, sobre todo "ahí". Apenas me queda el pelo de las cejas y las pestañas, pero su ausencia no me ha quitado el picor, más bien al contrario.

Mientras me pregunto qué voy a hacer mañana recuerdo una frase de George Gurdjieff: "La gente no tiene ni idea de hasta qué punto es arrastrada por el miedo. Hay momentos en que ese miedo se vuelve obsesión." 

¡¡Soy un puto obsesivo!! ¡¡¡Dios, cómo pica!!!


George Gurdjieff

No hay comentarios:

Publicar un comentario